Nacer... o algo así

Estar en el vientre de la madre es estar en el mejor camerino del mundo. Preparándonos para salir a escena a interpretar el personaje que descubriremos a lo largo de quien sabe cuantos años. En pocos minutos saldremos "in medias res"al gran teatro de la vida. Ni bien ha comenzado la obra y el personaje principal ya está llorando, pues el ambiente del teatro es demasiado frío, no se compara al de los camerinos, calientitos. Los espectadores al contrario están felices, emocionados por conocer al gran actor. Mientras que él se prepara, nervioso, se va poco a poco desprendiendo de todo con pena y nostalgia pero a la vez con mares de expectativas y universos de dudas y preguntas ya que en pocos minutos más tendra que interpretar el papel más tenaz, el reto más duro, el de ser él mismo. Se ve al espejo y se maquilla con lo que encuetra a su alcance, los restos de polvo y sombras de otro personaje que ya está en escena en estos momentos y que le ha aconsejado, protegido y enseñado lo que ha podido durante los largos 9 meses. Ese otro personaje que ya está en escena en estos momentos es la madre, en efecto. La madre y el padre han sido los dramaturgos, los creadores de este nuevo personaje que está a punto de salir a escena cuando las ultimas campanadas y el cordón umbilical se corte, es decir el telon se abra. Los padres, grandes actores y dramaturgos, en pocos minutos compartirán por primera vez escena con este nuevo personaje. Cuando ya se sale a escena, nunca jamás se podrá volver al camerino tan caliente, tan protector, tan acogedor, unico y perfecto. Cuando se sale a escena no hay vuelta a atrás. En años de años el actor va definiendo su vida, en algunos momentos será una tragedia griega en otros una comedia romana, en otros un drama romántico. Mientras que los espectadores van viviendo las catarsis el actor sueña con volver a ese camerino, para retocar el maquillaje, para sentirse protegido de nuevo pero ya no hay vuelta atrás.